
En el corazón del desfiladero de La Hermida, en el municipio cántabro de Peñarrubia, se encuentra uno de los balnearios con más historia de España. Sus aguas mineromedicinales, que brotan a 60 °C, han sido valoradas desde hace siglos por sus propiedades terapéuticas y por el entorno natural privilegiado que las rodea, a los pies de los Picos de Europa.
El nombre La Hermida proviene del antiguo topónimo Hervida, en referencia a las “aguas hervidas” que emergen del subsuelo. Estas aguas son el resultado de un proceso geotérmico milenario: recorren durante siglos las entrañas de la tierra antes de aflorar, enriquecidas con minerales que les otorgan un alto valor medicinal.
De los baños en una cueva al primer balneario cántabro
El uso terapéutico de los manantiales de La Hermida se remonta al siglo XVIII. En su Tratado completo de las fuentes minerales de España (1853), el médico Pedro María Rubio describía cómo un monje benedictino del monasterio de Liébana impulsó su aprovechamiento curativo.
En aquel tiempo, los bañistas se sumergían en una cueva junto al manantial, donde se habían instalado rudimentarios baños de madera. El creciente reconocimiento de las aguas llevó, en 1842, a la construcción de la primera casa de bañoscon dos pisos: el inferior para tratamientos termales y el superior como hospedería. Nacía así el Balneario de La Hermida, pionero del termalismo científico en Cantabria.
Durante el siglo XIX, el balneario vivió su época dorada. En 1859, la compañía minera La Providencia adquirió las termas, y en 1881, bajo el Conde de Mendoza y Cortina, se inauguraron nuevas galerías de baños, una hospedería, un parque, una ermita y un edificio para la embotellación de las aguas. La Hermida se convirtió entonces en un importante foco de salud y prosperidad para toda la comarca.
Del esplendor al silencio (1936–2006)
El progreso se interrumpió en 1936 con la Guerra Civil. El balneario fue ocupado con fines militares y cerró sus puertas durante décadas. Solo volvió a abrir en 1941 para acoger temporalmente a los niños afectados por el incendio de Santander. Durante más de medio siglo, el conjunto permaneció abandonado, símbolo del esplendor perdido del termalismo cántabro.
Renacimiento y modernidad
A finales del siglo XX surgieron varios intentos de rehabilitación, pero no fue hasta 2002 cuando un grupo de inversores vinculados a Liébana impulsó un proyecto definitivo. En 2003 comenzó la restauración integral del complejo, recuperando las galerías termales, el histórico hotel, la capilla y el parque.
Hoy, el Hotel Balneario de La Hermida es un referente del turismo de salud en Cantabria, combinando el legado histórico de sus manantiales con modernas instalaciones dedicadas al bienestar, la belleza y la relajación.
Tradición viva en los Picos de Europa
Las aguas de La Hermida siguen brotando con la misma pureza que hace siglos, ofreciendo una experiencia única de descanso y salud en plena naturaleza.
Más que un balneario, La Hermida es un símbolo vivo del termalismo cántabro, donde la historia, la naturaleza y el bienestar se dan la mano en un entorno incomparable.